martes, 15 de diciembre de 2015

El consumo

El consumo es, a pequeña escala, el uso de bienes y servicios adquiridos mediante la compra para satisfacer necesidades y deseos. A gran escala, hablamos de la forma que tienen las sociedades para organizar la distribución de sus bienes entre los ciudadanos de modo que satisfagan sus necesidades.

En la historia reciente, gracias a la innovación tecnológica, la industralización, la globalización, la separación entre producción y consumo y la formación de la sociedad de masas se ha disparado el consumo hasta llegar a límites desorbitados.

La generalización de las clases medias lleva a una reducción de las desigualdades, que se traduce en mayores posibilidades de compra para un parte importante de la población. De este modo, cada vez más gente tiene no solo acceso a bienes que satisfagan sus necesidades secundarias (de ocio, placer, comunicación, etc) sino necesidades superfluas, muchas veces creadas por las propias empresas. Dichas empresas tratan de lanzar el consumo mediante la publicidad, las marcas y la moda.

La moda marca el camino que debe seguir la mayoría, aunque para ello establece una paradoja, pues no todo el mundo puede alcanzar el objetivo final. De este modo, se garantiza la compra de determinados objetos que permitan llegar a dicho estatus, pero que no se generalice la clase alta, destinada a una minoría. Esta minoría se encarga de dictar las modas, comprando bienes raíz para evitar que otras generaciones, ''los nuevos ricos'', los sobrepasen.

Los objetos de consumo son objetos convertidos en signos; lo que prima no es ya el objeto en sí, pues se compra la idea, su relación de acorde a los objetos fetiche. La producción en serie se generaliza, con el objetivo de acercar el lujo de las clases altas, envidiado por todos, a la población.

No obstante, en el proceso el modelo que se copia pierde los matices, y se convierte en una burda imitación, marcada por el déficit (de calidad, temporalidad, situación...) La escasez predominante en las clases bajas es sustituida por la finitud, objetos que imitan el lujo pero que duran poco debido a la obsolescencia programada, en lo que se llama escasez artificial. Los productos en serie tratan de suplir la carencia de matices con la diferenciación excesiva, los colores grotescos y la falta de gusto.

Una característica clave de las clases altas, que no se puede imitar, es la distinción: el buen gusto, el deseo de diferenciarse y elevarse por encima de los demás como signo de reconocimiento. Esto se aprende durante la primera socialización, por lo que todos los imitadores, denominados pretenciosos, no pueden alcanzar ese grado de sofisticación propio del que lo ha vivido desde siempre. Otros no tratan de alcanzar, conscientes de que no lo conseguirán, y se les denomina vulgares.

Es el estilo de vida, las actividades llevadas a cabo diariamente por los individuos, lo que marca esta diferenciación. El consumo se revela, por tanto, como un acto cultural, en el que están presentes el capital cultural, social, humano y simbólico que las personas han recibido por reproducción social a lo largo de su existencia.

 Debemos tomar conciencia de la escasez de los recursos: la omnipotencia de la que el hombre se cree poseedor tiene límites, pues no podemos disponer de la naturaleza a nuestro antojo, o acabaremos por dejar de formar parte de ella. 
Son las necesidades superfluas o nosotros.
Yo se con que quedarme, ¿y tú?






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