lunes, 9 de noviembre de 2015

Alteridad

La exclusión.
Es algo de lo que se habla mucho sin que nunca se llegue a concretar de qué hablamos. Existen distintos niveles, y se puede dar en diversos campos. Nos centraremos en el social, que realmente engloba a todos.
La exclusión se define como la violación de la alteridad, de la responsabilidad que tenemos con los otros.
Este proceso tiene lugar debido a la ignorancia. No tratamos al otro como una persona individual, sino como una extensión de nuestros fallos o de nosotros mismos. Vivimos ensimismados en nosotros mismo, en nuestra persona, y no somos capaces de levantar la mirada a nuestros iguales.
Muchas veces, debido a este ensimismamiento no nos fijamos en las características propias de los demás, sino en lo que es ''contrario a nosotros''. Esto es una negación inaceptable de la alteridad.
Otras veces el ensimismamiento no es sobre uno mismo sino sobre ''los nuestros'', todas esas personas que nos rodean y a las que consideramos importantes. No debemos reducirnos a respetar a un pequeño grupo de personas; debemos extendernos hasta llegar a todos.

Cuando alguien nuevo llega a nuestro mundo decimos que ''irrumpe''. Puede que se convierta en una interrupción, alterando nuestro mundo, o podemos mirarlo con empatía, sin confundirlo con nosotros mismos y reconociendo su alteridad. Todos somos únicos, sin dejar por ello de ser iguales por otra parte.

El hecho de encontrarnos con un excluido multiplica el impacto de dicho encuentro. Si somos capaces de mirar realmente al otro, de no apartar la vista, le estaremos dando parte de nosotros a la vez que él nos da una parte suya, que nos puede aportar muchas cosas. Es lo que llamamos ''mirar con'', no ''mirar a''.
Puede que lo que miremos no nos guste (la fealdad, el rostro descompuesto...), pero tenemos que estar preparados para afrontarlo.

Para terminar con la exclusión debemos pasar por un proceso de ''desinteresamiento'' de lo material: olvidar lo económico y material, pues es una razón primordial de violación de la alteridad y de desigualdad entre hombres, como se ha demostrado a lo largo de la historia de la humanidad.
Una verdadero encuentro con el otro nos ayudará a comprender su realidad, romperá nuestros esquemas y nos permitirá aprender con ellos. Nuestra mirada ha de ser pura, no debemos juzgar la realidad del otro pues no conocemos cómo es su realidad, solo conocemos la nuestra que puede ser muy distinta. Cada cual tiene su modo de vida y no somos capaces de entenderlo si lo juzgamos a partir de nuestra realidad.

Por tanto, hemos de desarrollar una responsabilidad imprescindible respecto al otro, para ser capaces de captar esta injusticia y no pasar por alto la exclusión. El mero acontecimiento de encuentro con alguien en estas condiciones nos hace responsables de él, queramos o no, porque hemos sido testigos de su sufrimiento. Y no podemos volver la mirada a otro lado.







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